Hoy comienza el fin de semana y la mayoría de las causas judiciales se van a paralizar hasta el lunes. ¿Qué pasa si esta noche o mañana la ex pareja de R. vuelve a tomar de más y a violar la restricción de acercamiento? ¿Qué pasa si, tras varias amenazas, esta vez sí cumple con su promesa y todo termina en tragedia?
La mujer realizó cuatro denuncias policiales, la primera hace casi cinco años. Dio gritos de auxilio de todas las maneras que conoce y por todas las vías que tiene a su alcance una persona de bajísimos recursos, que vive alejada de la ciudad y que, mientras trata de encontrar ayuda, también debe hacerse cargo de sus cinco hijos.
R., que ni siquiera terminó la escuela, desconoce muchas cosas. En primer lugar, nadie le explicó que no debía permitir que le levantaran la mano. No tiene cómo saberlo una hija de otra mujer golpeada que jamás se animó a llamar a la Policía. También ignora que existe un Poder Judicial y que la denuncia que hizo el viernes en la comisaría ya debió haber ingresado a Tribunales, y que si nadie la llamó a declarar hasta ahora debió presentarse ella ante el fiscal de turno.
“Entiendo su situación, pero nosotros no podemos enviar una custodia sin orden judicial”, respondió una autoridad policial cuando se le solicitó protección para R. “Ella tiene que asistir a la Fiscalía”, agregó. Pero la mujer no lo sabe. Está escondida en una pieza de tres por tres junto a sus cinco hijos para proteger sus vidas. Es todo lo que puede hacer para resguardarse.
Y si, pese a esa estrategia, el hombre la encuentra y la mata, ¿de quién es la culpa? ¿Debemos esperar a que suceda para buscar una respuesta? ¿Alguien se habrá hecho estas preguntas cuando el miércoles abrieron la cartera de María Belén Morán, la mujer asesinada por su pareja en Buenos Aires? En ese bolso, mientras el hombre le asestaba una y otra puñalada, dormía una orden de restricción de acercamiento. Otra orden que no pudo impedir un femicidio, que no sirvió para evitar que haya una menos.